...you can never ever leave without leaving a piece of youth *

Amistad, unión, calor, proximidad, rabia, lucha, positivismo, persecución de una idea, proyección, comunión, energía, sonrisa, risa, carcajada.

Eso es lo que voy a echar de menos de aquí. Formé parte de ello y ahora sólo puedo mirarlo a través de un cristal.
Allí yace inerte un trozo de mí.

Vuelta a Zaramierda

Tenía ganas de reencontrarme con esta ciudad que es mi vida entera. Porque aunque mi primera reacción tras llegar a Oxford fue de agudizar mi desprecio hacia ella, últimamente había acabado echándome al bolsillo un par de cosillas que me gustaba toquetear cuando metía la mano protegiéndome del frío. ¡Y tenía ganas de sacarlas de ahí!

Así que llegué a España expectante. Barcelona, dos de la tarde, un sol caliente en lo alto que es que daba gusto verlo de lo majo que estaba, ahí todo rechoncho y jovial y no timidín como en Oxford. Y vi a los indígenas y me sentí a gusto allí. Después de todo, parecía que este país no merecía tanta crítica.

Pero el siguiente paso fue más traumático: aterricé en Zaragoza y no vi más que macas, maquineros, pijos, fashions, pueblerinos (de los de ignorar cualquir cosa situada al otro lado de la puerta de casa), viejas ostentosas, moscas matándose a cabezazos contra el cristal que las separa de la luz y niños pisándose la ropa grande de papá.

Y volví a odiar esta mierda de ciudad, ese no llegar a nada, no ser nada y hacerlo todo a medias. Ser nazi sin tener ideología, ser fashion sin innovar, ser pueblerino en la ciudad.

Me sentí aliviado de estar sólo de paso.

Vuelta a Zarapueblo *

Tras los muchos contratiempos y penurias que hube de sufrir en el viaje de regreso, al coger el autobús de Barcelona a Zaragoza sucedió lo siguiente: me encontré con mi amigo Alf, el jarcoreta; con Óscar, el erasmus; y éste con Mar, una compañera suya de la guardería (!!!) que mira por dónde era amiga de Cris, la hermanastra de Kika, mi primera coleguita moderna.

Entonces lo sentí: ¡llegaba a Zarapuelo!

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Biyu (2004) "Zarapueblo", Viene a ser Biyu, Zaragoza.

Despedida *

Hoy me han despertao las australianas con un mensaje de ir a comer a su casa. Así que me he levantao, he descubierto tus medias negras entre el desorden de mi mesa, he sonreído y he ido a deleitarlas con mis emocionantes hamburguesas y salchichas vegetarianas, que ya consigo hacer sin que se espiacen. Pensaba que irían el Lukas o la Ilka y la conversación estaría más a mi nivel pero resulta que no, que sólo estaba el novio de una de ellas que había venido de Australia, y pa que te voy a contar. El caso, que he llegao a casa a las 7 y pico, pero no he levantao la cabeza al pasar por tu ventana, pa qué. Luego me he puesto a estudiar a las 8 tarariro te la embrocho, y me he cansao a las 10. He llamao a Moncheision buscando compañía pero me ha dicho el Mamut que estaba en casa de la Pilara, así que he leído un rato (por primera vez desde que llegué) un libro sin palabras, hasta que he oído que la Chema y la Julia se piraban de la cocina y entonces he cenao una señora pizza de esas que compartía contigo, y..............

...¿y?

Día incompleto.

Go veg! *

Aquí mucha gente me pregunta por qué empecé a ser vegetariano. Fuera de mi mundo estreidech, de la retroalimentación de mis amigos jarcoretas, sin un refugio donde recargarme, solo, son mis propios principios y razones y mi idealismo los únicos que me mantienen junto a una idea. Aquí, inmenso en un mundo de carnívoros acosadores, compartiendo con ellos mesa pero no alimentos, siendo la gota de agua caliente en un vaso de fría, a veces me sorprendo a mi mismo no recordando la raíz de mi decisión. Quiero decir, me acuerdo con la cabeza, pero pierdo ese toque de corazón que me hace enervar y gritar con todas mis fuerzas y lanzarme corriendo hacia una idea. Y ocurre que el asesinato diario está tan lejos, tan ocultado, tan maquillado, que se olvida la asociación filete/horror. Entonces hay que volver a sentir ese vínculo entre razón y corazón, hacerlos uno, gritar, correr, luchar. Yo lo encontré de nuevo aquí.

Por lo demás, comparto plenamente la argumentación que hace Moby en Play. Aunque añadiría un séptimo punto: el trato de seres vivos como objetos, como mera mercancía valorable únicamente por su peso económico. De nuevo el capitalismo imponiendo su escala de valores, de valor, mejor dicho, que no tiene más. Comercializando incluso la vida. Expresando con cosas así el mismo estatus que ese macarrilla de barrio expresa con su cigarro y su pendiente, ese niño mierdas que a los quince arrambla con todo lo que encuentra ciego y borracho de euforia egocéntrica. Crece, chaval.