Españoleando en Guirilandia

Soy cañí porque así me hizo Dios.

02 enero 2005

El elixir de la felicidad

Todas las filosofías, religiones y sistemas sociales buscan -y en un nivel teórico perfecto encuentran- la felicidad del individuo como fin último, si me apurais incluso como única razón de ser. Las grandes religiones monoteístas, por ejemplo, prometen la felicidad eterna junto a Dios a cambio de obediencia hacia las reglas que Éste puso en boca de sus respectivos profetas; el taoísmo considera la máxima dicha econtrarse en fase con el fluir de la vida (Tao) a través del ejercicio de la inacción (Wu Wei); el nacionalsocialismo considera a la Patria como la fuente de felicidad del ciudadano, que habrá de someterse a ella; algo semejante pero con distinta terminología propugna el comunismo; y en fin, de cada ismo podríamos extraer una definición de felicidad y un medio para conseguirla. Pero aún cuando muchos de estos ismos han arrastrado grandes masas, nunca ninguno de sus líderes, próceres o propagandistas supo expresar el vínculo entre medio y fin de forma tan magistral, gráfica y accesible para todos como lo ha hecho Auchan con el consumismo:


¡Qué felices y guapos se vuelven todos tras adquirir el producto!


¿Ese hijo también entra en el pack junto con la felicidad y la belleza? ¿O se compra aparte?


¿Y la novia y los amigos entran o no?


Éstos comen turrón también en verano.

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