Adolfo en el Ciberespacio (1)
El primer contacto con Adolfo fue como ya lo he relatado. El segundo, al día siguiente y a la misma hora, no varió mucho. En el tercero la cosa se complicó: quería mandar "cartas de esas".
- ¿E-mails?- le pregunté yo.
- Noséé, cartasdésas delordenadór.
- Sí, e-mails. Para eso tendrás que tener una cuenta de correo.
- Noséé, ¿ymiamigocomoloháce?
- Él tendrá una.
- ¿Yesanováleoquéé?
- Sí... ¿te la deja? ¿Sabes la contraseña?
- Sí-í, veníaescritaa enunodestospápeles- Me entregó los mensajes que Yolanda le había mandao a su amigo. La busqué, muy extrañado de que se hubiera impreso la contraseña, a la vez que intentaba disimular que estaba leyendo lo que podía.
- No aquí no sale, es muy extraño que una contraseña salga al imprimir un mensaje. ¿Te refieres a esto?- Le dije señalando la parte de arrobahotmailpuntocom.
- Síí, esó, esaéra.
- No. Eso no es, eso es la dirección.
- Aáh.
- Entonces tendrás que pedírsela a tu amigo o hacerte una.
- Aáh.
Al rato...
- Oyéé, ycuantocuestahacerseunacartilladésas.
- Nada, en cinco minutos lista.
- Nóó, quecuantocuestaá dedinero.
- Ah, nada, es gratis.
- Ah, pues sí, sí, hazmeuna.
- Te indico. Coge el ratón y ves a "Inicio".- A lo que Adolfo se quedó parado, sin saber qué hacer. Le insistí de nuevo, señalando dónde estaba el botón. Adolfo ni se inmutaba, por lo que le señalé también el ratón: - Coge el ratón y ves aquí, a "Inicio”.
- ¡Áh!- exclamó, tras lo que cogió el ratón por la base con la mano derecha y con la izquierda empezó a mover el dedo por el logo de la marca.
- No, tienes que ponerlo en la mesa.- Dejó el ratón en la mesa y volvió a mover el dedo sobre el logo.
- No, no, tienes que deslizarlo por la mesa.- Se lo ejemplifiqué.- ¿Ves? Así.
- ¡Áh!- Por fin había comprendido. Cogió el ratón con dos dedos y lo empezó a mover con sumo cuidado en línea recta perfectamente horizontal. Claro, hasta que se chocó con el teclado y no pudo continuar. Volvió a empezar, y tras cuatro o cinco intentos logró llegar al borde izquierdo de la pantalla. Ahora tocaba bajar, también en línea recta perfectamente vertical. Y de nuevo tuvo problemas: se le acabó la mesa. Terminé por hacerle un hueco enorme, y tras un rato consiguió poner la flechita en "Inicio".
- Ahora preta el botón.- Y de nuevo insistió con el logo.- No, ése no, éste.
- ¡Ah!- Para cuando le consiguió dar, la flechita ya estaba en Madagascar.
- Se te ha ido la flecha. Tienes que volver a ponerla aquí.- Y de nuevo la misma operación. Después de varias idas y venidas de ratón, por fin consiguió acertar en "Inicio". E "Internet Explorer". ¿Y qué venía ahora? No sé en qué punto empecé a hacerlo yo por él, pero creo que no llegué a esperar a que buscara en teclado todas las letras de “hotmail”…
- ¿E-mails?- le pregunté yo.
- Noséé, cartasdésas delordenadór.
- Sí, e-mails. Para eso tendrás que tener una cuenta de correo.
- Noséé, ¿ymiamigocomoloháce?
- Él tendrá una.
- ¿Yesanováleoquéé?
- Sí... ¿te la deja? ¿Sabes la contraseña?
- Sí-í, veníaescritaa enunodestospápeles- Me entregó los mensajes que Yolanda le había mandao a su amigo. La busqué, muy extrañado de que se hubiera impreso la contraseña, a la vez que intentaba disimular que estaba leyendo lo que podía.
- No aquí no sale, es muy extraño que una contraseña salga al imprimir un mensaje. ¿Te refieres a esto?- Le dije señalando la parte de arrobahotmailpuntocom.
- Síí, esó, esaéra.
- No. Eso no es, eso es la dirección.
- Aáh.
- Entonces tendrás que pedírsela a tu amigo o hacerte una.
- Aáh.
Al rato...
- Oyéé, ycuantocuestahacerseunacartilladésas.
- Nada, en cinco minutos lista.
- Nóó, quecuantocuestaá dedinero.
- Ah, nada, es gratis.
- Ah, pues sí, sí, hazmeuna.
- Te indico. Coge el ratón y ves a "Inicio".- A lo que Adolfo se quedó parado, sin saber qué hacer. Le insistí de nuevo, señalando dónde estaba el botón. Adolfo ni se inmutaba, por lo que le señalé también el ratón: - Coge el ratón y ves aquí, a "Inicio”.
- ¡Áh!- exclamó, tras lo que cogió el ratón por la base con la mano derecha y con la izquierda empezó a mover el dedo por el logo de la marca.
- No, tienes que ponerlo en la mesa.- Dejó el ratón en la mesa y volvió a mover el dedo sobre el logo.
- No, no, tienes que deslizarlo por la mesa.- Se lo ejemplifiqué.- ¿Ves? Así.
- ¡Áh!- Por fin había comprendido. Cogió el ratón con dos dedos y lo empezó a mover con sumo cuidado en línea recta perfectamente horizontal. Claro, hasta que se chocó con el teclado y no pudo continuar. Volvió a empezar, y tras cuatro o cinco intentos logró llegar al borde izquierdo de la pantalla. Ahora tocaba bajar, también en línea recta perfectamente vertical. Y de nuevo tuvo problemas: se le acabó la mesa. Terminé por hacerle un hueco enorme, y tras un rato consiguió poner la flechita en "Inicio".
- Ahora preta el botón.- Y de nuevo insistió con el logo.- No, ése no, éste.
- ¡Ah!- Para cuando le consiguió dar, la flechita ya estaba en Madagascar.
- Se te ha ido la flecha. Tienes que volver a ponerla aquí.- Y de nuevo la misma operación. Después de varias idas y venidas de ratón, por fin consiguió acertar en "Inicio". E "Internet Explorer". ¿Y qué venía ahora? No sé en qué punto empecé a hacerlo yo por él, pero creo que no llegué a esperar a que buscara en teclado todas las letras de “hotmail”…
Etiquetas: Personajes totales
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