Españoleando en Guirilandia

Soy cañí porque así me hizo Dios.

23 abril 2005

Mi particular viaje al centro de la tierra zrui

¡Pakito vuelve a la carga con sus aventuras!

Un inesperado giro de la vida me obliga a desaparecer durante unos meses e irme muy, muy lejos. Pero antes tenía una cuenta pendiente con todos ustedes. SI!!, POR FIN!!! Aquí llego la siguiente entrega de… MI PARTICULAR VIAJE AL CENTRO DE LA TIERRA!!!
En el anterior capítulo xTony Manerox y yo estábamos a punto de entrar en el Imperial War Museum. Pueden encontrarlo en el blog de marzo.
Después de poner así como cara de haba al conserje del museo esperando que nos dijera…”X pounds” casi nos tiene que empujar a dentro al grito de …”It´s free!”. Viva la generosidad británica.
Como dije entonces sorprendente lo que nos inventamos para machacarnos el cráneo unos a otros. Pero mas allá de todos esos ingenios que el museo te ofrece esta el pensar que estas ante la maquinaria que cambio y diseño el mundo en el que vivimos hoy. Quizá es esta idea la que hace del británico el hombre colección. Por eso se llevaron a casa medio Egipto cuando los paisanos de allí pensaban que solo eran unas piedras que llevaban ahí tiradas toda la vida. En ese sentido me impresiono ver la autentica águila nazi todavía con impactos de bala que algún mando del ejercito inglés ordeno rescatar y enviar a Londres en su convencimiento de que muchos años atrás un españolito pasaría por allí y se le caerían los cojones al suelo al ver en persona lo que pensaba que solo existía en las películas de guerra.

Me imagino la misma escena pero en el ejército español:
- “Mi teniente!!! Que hasemo con et-to?”
- “Dejal-lo por ahí niño que seguro quel shatarrero no-da una pelillas que tie pinta de pesá un guevo”
A mí me va el barrillo bélico, pero no pensaba que a xTonyx le ocurriría lo mismo, aunque creo que a el le iba mas el lado histórico del asunto. El caso es que era yo el que tenía que ir tirando de él y, al final, después de casi cinco horas de visita nos echaron por cierre del museo. Acojonante.
El siguiente día fue similar, todo el día dando vueltas, sólo que esta vez no era en un museo, sino en un mercado. Pero no piensen ni por un momento en mujeres gritando lo fresca que tienen la “pejcaílla” ese día. Estoy hablando del barrio de Camden Town. Sí, asocien ideas, un barrio que es todo un mercado, o un mercado tan grande que ocupa un barrio entero, como quieran, pero el caso es que echamos todo el día y no vimos más que un pequeño porcentaje del mercado (o del barrio, no sé). Camden Town es un ejemplo más de porqué he titulado esta historia como viaje al centro de la tierra. Tiendas de todo tipo de ropa, todas las tendencias, discos de vinilo y ropa de segunda mano, artesanía. Ora estás en una tienda que te lleva a los años setenta, ora en un cyberalmacén que te hace pensar que has viajado al futuro. Por eso está prohibido hacer fotos en Camden, porque no quieren que lo que hoy nace allí, muera mañana mal imitado en otro lado del mundo. Aunque no creo que esto pasara en España, porque creo que la mentalidad Europea se rige por otro diagrama de flujo: Me gusta? – Sí – Me lo pongo. Mientras que la española sería: Me gusta? – Sí - Lo lleva mas gente? – Sí – Me lo pongo. Especial mención a los góticos, que son toda una raza en UK y copan con su particular estética gran parte de las tiendas de Camden y al partido que le sacan a los excedentes de uniformes de varios ejércitos europeos. Es curioso darse cuenta de que no importa lo que compres aquí, da igual que sea feo o bonito, retro o futurista, gótico o punk, el simple hecho de haberlo comprado en el centro de la tierra le dará el caché suficiente para que todos los que lo vean exclamen un “ooooh” al verlo.
- “Mira que shaqueta del ehersito fransé ma-molona, y me la hi comprao en Inlaterra”
- “Jope”
Al final, después de todo el día alimentando los sentidos y hacer unas comprillas pa fardar en la tierra, era hora de alimentar el cuerpo, y en una escena que me recordó a otra de “Blade Runner” unos orientales te asaltan desde sus chiringuitos ofreciéndote un extraño preparado a base de arroz y ¿…? Por sólo un pound. Vale la pena correr el riesgo. No estaba malo.
De vuelta en casa, los pies eran los que más te lo agradecían, un ratito de vida social, un exquisito menú casero vegetariano, tertulia hasta la madrugada con Sil y al hinchable, que el día había sido largo.

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