Zaragoza

Las lectoras y los lectoros más avispados se habrán dado cuenta, por eso de las tildes y las eñes, que don yo ha estado de vuelta en la patria.

Qué sensación tan grata, la del hogar... cuando de nuevo todo el mundo te mira descaradamente por la calle y giran la cabeza al pasar; cuando ataca la población clonada: naúticos, chinos, camisas por dentro, pelo patrás, trabajo con perspectivas de futuro entre semana, cubata los sábados por la noche, fútbol dominical, novia y familia en potencia, todo sin rechistar, adaptados sin saber por qué; o su alternativa: nerviosos conductores de automóviles rimbombantes con músicas muy rítmicas, expresión dura, trabajo sin perspectivas de futuro entre semana, éxtasis los sábados por la noche, fútbol dominical, rebeldes sin saber por qué. Cuando de nuevo acechan esas eternas discusiones políticas cargadas de insustancialidad, cuando de nuevo bombardea el nacionalismo a raíz de no sé qué nuevo granito de arena, cuando la mayor ilusión de una ciudad es vestirse de seda sin cambiar su estado simiesco...
...siento el calorcito de la cuna, inevitablemente añorado cuando uno está lejos, y el regusto gatuno de comprobar que todo sigue como lo dejé.
Y qué le vamos a hacer, si allí las cosas son así.
Solo esbozar una sonrisa paternal, mover suavemente la cabeza hacia los lados y decir para dentro:
Zaragoza...