Españoleando en Guirilandia

Soy cañí porque así me hizo Dios.

03 febrero 2006

¡Cielos!

Quiero decir que los cielos de Inglaterra y Zaragoza son muy distintos.
El primero es jugetón, no deja de hacer filigranas todo el rato, y siempre tiene mucha prisa. El segundo es quieto, calmado, se mueve con parsimonia y pesadez, aunque cuando coge un rebote la tenemos buena. Y yo, que me lo conozco, os aseguro que puede llegar a estar muy cabreado. El cielo de Inglaterra, en cambio, tan pronto llora como ríe, así que todos los gentlemen se pillan un paragüas negro al salir de casa porque ya se saben el cuento y que no se pueden fiar un pelo. El sol, en su paseo diario, se va pronto a casa en invierno, a eso de las cuatro de la tarde, porque tiene frío, y además nunca sube hasta arriba, por lo que le está venga a dar en los ojos a uno si tiene que caminar de cara a él, lo cual fastidia bastante. En verano, en cambio, le gusta madrugar, se despierta prontísimo el tío, con el canto del gallo. A eso de las cuatro de la mañana ya asoma para poner bonitas algunas nubes coquetas. Ellas son pequeñas, ágiles, furtivas, están venga a correr, y gustan mucho de esos adornos, ya vengan del sol o de la luna, que las pinta de blanco, y las deja tenebrosamente bonitas.
Mirar el cielo es una delicia.

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