Españoleando en Guirilandia

Soy cañí porque así me hizo Dios.

02 septiembre 2006

"Ay qué majico el autobús"


Y una mierda majico.
Cada viaje en un autobús de Londres es una sucesión de penurias y calamidades que uno ha de soportar heróicamente por ahorrarse unos eurillos ingleses.
Detallaré a continuación, para el conocimiento de mis notables lectores, los pormenores generales de este valiente acto.


* * *

La hazaña comienza con una descarnada lucha para conseguir un hueco o un asiento, a veces contra gente, pero siempre contra las toneladas de basura, especialmente envoltorios de comida y bebida, que viajan dentro del autobús. Esta lucha debe ser meticulosamente planeada, observando la disposición de los negros y turcos jóvenes dento del autobús para intentar procurarse el sitio más alejado de ellos posible; de lo contrario muy probablemente el viaje será amenizado con una sesión movilístico-musical de hip hop o arabomáquina, según se trate, al lado de nuestra oreja. Pero si en vez de un solo espécimen viajan varios empandillados, no hay escapatoria, y cada palabra pronunciada por ellos se tranformará en nuestro oido en una explosión auditiva cuyo único remedio es la sordera o el fin del trayecto.

Si tras observar las posiciones de estos jóvenes decidimos viajar en el piso superior del autobús, disfrutaremos del viaje como en un tío vivo. En el inferior también, no obstante las emociones son menos extremas. En ambos pisos es problable que salgamos eyectados de nuestro asiento hacia delante o los lados en algún punto del trayecto. Esto ocurre porque en Londres convergen conductores ingleses, árabes, australianos, negros, italianos y muchos más, cada uno de los cuales trae sus propias normas que tiene aprendidas en su país, con lo que se crea un caos automovilístico de agárrate y no te menees que los autobuseros han de sufrir ocho horas al días, con el consiguiente estrés y brusquedad a la hora de conducir. Además de que, por supuesto, los propios autobuseros también participan de esta diversidad racial, todo lo cual contribuye a que muchos de los trayectos, especialmente los nocturnos, sean más parecidos a un rally que a una vuelta a casa. El mareo y malestar general duran, literalmente, hasta una o dos horas después de abandonar el autobús. No es broma.

No obstante, viajar en autobús por Londres también tiene cosas buenas:
- Viajar en hora punta es una perfecta excusa para acabar tu novela favorita. El problema es, claro está, cuando la acabas.
- Viajar de noche es introducirse en un micromundo único, en un irrepetible cuadro fantástico lleno de personajes de los más dispares colores, tamaños y sexos, interactuando entre sí y riñendo con el conductor.
- Viajar en verano, con la canícula, es una esperiencia mística; es conocer el sufrimiento de una salchicha de Frankfurt, hija del cerdo, en su preparación, mientras muere cada día por nosotros.

Además de todo lo descrito por dentro, los autobuses también se sufren desde fuera. Después de las cataratas del Niágara, el ruido que se puede percibir desde una distancia más larga es el de un autobús de Londres arrancando. Mucho ojo también los bicicleteros en los carriles compartidos por bicis y buses. La tranquilidad se pierde con su rugido lejano, aproximándose por la espalda, más y más cerca, el corazón se desboca, buscamos la extrema izquierda para escapar de sus fauces mientras nos quema el fuego de sus ojos, está aquí, encima, esta vez me tiene, pensamos, al tiempo que sentimos su inmensa y poderosa masa roja, su rugido desbordando nuestra cabeza, el calor de sus espiraciones nasales y, por fin, con alivio, su pestilente hálito anunciando que por esta vez nos hemos salvado.


* * *

Así es, señores míos, el autobús de Londres por dentro y por fuera. De modo que la próxima vez que visiten la ciudad y manden postales a sus familiares y amigos, recuerden estas palabras antes de escoger la del majico armatoste rojo.

Lo escribí en recuerdo de Belfy,
en compañía de quien los sufro a diario.

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8 Comments:

  • At 3/9/06 23:06, Anonymous Anónimo said…

    BRAVO!!!

     
  • At 4/9/06 10:19, Anonymous Anónimo said…

    Por no mencionar que como suba el revisor y te pille con la tarjeta falsificada te saca de la oreja si es que no te hace algo peor

     
  • At 4/9/06 23:00, Anonymous Anónimo said…

    Que pasa raulin...Joder, putos autobuses, el otro dia iba yo en el 25 y se choco con un coche y casi me jodo la muñeca, y unos crios robando las monedicas de la bandeja del autobusero...this is spain

     
  • At 5/9/06 12:28, Blogger o s a k a said…

    g e n i a l

     
  • At 5/9/06 15:25, Anonymous Anónimo said…

    ..."buscamos la extrema izquierda para escapar de sus fauces mientras nos quema el fuego de sus ojos"... me encanta! qué riqueza lingúística...
    Igual lo comprobamos pronto, ya te contará Mikele

     
  • At 5/9/06 17:46, Blogger o s a k a said…

    eso sí es verdad: pones el listón tan alto que comentar tus post es tan obligado como peloteo...

    n a c o

     
  • At 7/9/06 23:34, Blogger Anónimo García said…

    Hola!
    Gracias a quien corresponda, al tema era muy facil sacarle jugo, y mas que le podria haber sacao otro.
    Litter, tu comentario me ha hecho mucha gracia, por esa forma tuya de decir las cosas.
    Besos

     
  • At 18/10/06 20:20, Anonymous Anónimo said…

    Muy gracioso el post y muy cierto. Vivo en Londres y cojo frecuencia los buses: son como invernaderos con ruedas. En invierno, bien, pero en verano te asas cual patata frita. Los volantazos y demás no son sólo por la diversidad cultural de los conductores, sino porque en general las calles son de un carril y doble sentido,con lo cual cualquier coche parado o imprevisto obliga a meterse en el carril contrario.
    A cambio de lo incómodo, son baratos relativamente y pasan con mucha más frecuencia que en Madrid.
    Y sí los olores son brutales: vinagre, fish and chips, trozos de pollo por el suelo. Disgusting! (asqueroso, vamos).
    Si os apetece leer más cosas en clave cómica sobre Londres pasaros por mi blog http://bdbaloncesto.com/minoentender/
    Un saludo.

     

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