Españoleando en Guirilandia

Soy cañí porque así me hizo Dios.

24 noviembre 2004

London

Hace frío, frío de rabiar, y el autobús no viene. ¡Buaah! Llevamos 5 horas parriba y pabajo sin parar, nos hemos gastado tanto dinero que no queremos ni pensarlo, hemos boquiabierto tanto que se nos atascan los recuerdos. Aquella tía de los labios negros que no aprendió a no salirse de la raya, la tienda cyberpunk con vestidos ciencia-ficticios, complementos biónicos, trajes galácticos, los punkis, los góticos, los que aún están por nombrar, la ropa, la ropa, la ropa. ¡El bus! Nos montamos con tiquets reclicados, y nos importa un pepino que el autobús no nos lleve dónde queríamos. Nos bajamos y otra vez a boquiabrir. Flirteamos con bares pijos, miles de retinas nos patean el culo. Vamos a sexshops directos a la sección bondage. Entramos en calor en recreativos laberínticos con escaleras hacia naves espaciales y japoneses bailando al ritmo de un son que no entendemos. Pero lo mejor es salir a la calle: la fiesta en el autobús, la limusina todoterreno (que contra las comunes ya estamos revacunados), el rolls, las luces, parpadeo y colores, el predicador, la marea de gente, el posherío, los negracos, los gays, los delicados y los machos y los de relleno…

Tras 14 horas danzando por Londres volvemos con la cabeza más cansada que los pies.

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