Españoleando en Guirilandia

Soy cañí porque así me hizo Dios.

21 marzo 2005

Londres cultural

Londres descubrió la bicicleta y nosotros descubrimos sus museos. En una primera exploración penetramos en el National Gallery y en el National Portrait Gallery. El primero, ya intentado abordar con Meteoro, nos mostró algunas pinceladas interesantes, vangoghes y seurates y monetes, aparte de buen cobijo para comer, pero tuvimos que defendernos de una mayoría aplastante de curas y cristos y vírgenes marías y reyes. El segundo estuvo divertido, una hora para los 90, media para el resto del XX y más del doble para un cuadro decimonónico que representaba una fiesta victoriana o algo parecido. O no, no sé.

Damon Albarn Graham Coxon Alex James Dave Rowntree
Serie de cuatro retratos por Julian Opie exhibidos en el National Portrait Gallery


Con Pakito tocó el Imperial War Museum, o la historia a través de las guerras y tiro porque me toca. Había pequeñas secciones para cada guerra en las que había participado el Reino Unido, y miren que no se han saltado una los muy belicistas, pero sobre todo dominaba la II Guerra Mundial, que bien merece un homenaje la especial afición que las bombas alemanas le tenían a este país. Había misiles gigantescos que eran como la nave del cónsul de la Hegemonía o el cohete de Tintín / también estaba la bomba atómica / un submarino descapotable y otro individual que no era ni el doble de grande que el torpedo que llevaba / una enorme águila nazi con agujeros de bala de cuando la conquista final de Berlín, de expresión autoritaria y severa cuando mirada de frente pero triste y apenada cuando de lado / tanques que por dentro no son más que un amasijo de hierros, a lo que uno no puede dejar de pensar en los tozolones o golpes en la espinilla que se tenían que pegar con este o aquel hierro / una foto gigante de una madre con la mano en alto, palma extendida y llanto desesperado // Estaba la historia y las tácticas de aquellos Churchill, Montgomery y Eisenhower, pero también los miedos y esperanzas de esos ciudadanos que iban al otro lado del mar a matar… o ser matados, fotos de aquellos en la avioneta justo antes de saltar, con una mirada que es un poco más y un poco menos la de quien va al médico con un grano en el culo. Los mismos a quienes la historia les obligó a ser carne de las balas, alimento de la patria, remedio antiviral; esos que tuvieron que entregar el presente propio cierto por un posible futuro ajeno.

Había todo eso y muchos más sentimientos, interesantes, espantosos o curiosos; pero de entre todos ellos, los dichos y los olvidados, destacaré el que me hizo marear por un instante: la interpretación modernista del Guernica que reinaba el fondo de la sala principal.

Sólo pensé una cosa al salir: “mierda, llueve y no me he traído el chubasquero”, porque lo otro ya lo sé hace tiempo.

Ni una más.

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