Españoleando en Guirilandia

Soy cañí porque así me hizo Dios.

01 marzo 2005

Londres en dos ruedas *

Recuerdo la primera vez que te pisé de verdad, con Meteoro. Lo que vi en ti fue un monstruo, un manchurrón inabarcable, incomprensible, toneladas de incertidumbre a cada esquina doblada. Eras demasiada urbe para un muchacho de provincias como yo, pero una cosa tenía clara: ibas a ser mía.
Y así empecé a perderte el respeto. Aprendí a ir en metro, ¡te cogí un dedo! Conocí los sitios claves, ¡vi tu nariz! Empecé a entender, interactué, fuí a un squat, prescindí de mapa, te fuí atrapando... Me dejaron de sorprender (que no de fascinar) ciertas cosas, me colé en el autobús, te abordé solo, me tomaron por londinense. ¡Ajá! Poco a poco fuiste siendo mía, y ahora...



Londres en dos ruedas es Londres al desnudo. Es perderse en todos los caminos y descubrir así el Londres oculto, el silencioso, el Londres sin look left ni look right, sin Picadilly ni Trafalgar. El Londres corriente, de todos los días, del trabajador que lucha por las mañanas parar rodar por el intestino del monstruo, del colegial que en la liga de futbito compite con quinientos equipos. El Londres de vértigo, de hallarse sumergido en un mar de casas, de asfalto y de coches, hasta muchísimo más allá de donde se pierde la vista. El Londres sin glamour, sin limusinas, sin luces parpadeantes, sin turistas, y con redoblado encanto.
Londres en dos ruedas es Londres en la palma de la mano.
¡Te pillé!

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