Una familia católica

Dibujos: Zipi

Como un gnomo

Quiero que me entierren en las afueras de Zaragoza, en esos paisajes yermos de "piel áspera y retorcida", y que en vez de poner sobre mi tumba la cruz de rigor en esta parte del mundo, me planten un árbol encima, que tengo oído que una de las sustancias que naturalmente llenan el hueso de animal les sabe muy apetitosa a estos gigantes. Además de este modo que digo de enterrarme también han de aprovechar mi muerte distintos gusanos y otros bichos inmundos, que a pesar de su fealdad también tienen derecho a la vida y al sustento, siendo mi único deseo en lo tocante a ellos no sentir sus pequeñas arcadas sobre mí. Aunque, bien pensado, la lenta putrefacción debe producir una sensación igualmente desagradable, con lo que igual da una cosa que la otra. Y también quiero que, en lugar de que me traigan flores y las dejen ahí arriba pudriéndose como yo, me traigan una regadera, objeto hermanado mío en esta vida terrenal, y me echen un poco de agua encima, que un árbol en el desierto ha de sufrir recia sed.
Lo dejo dicho, por si he de morir mañana.

18/06/2005 5.00 am

Tired feet heading back to Oxford.

Antropocentrismo y Soberbia

A Pumuki

La tradición judeocristiana consideró (considera) al hombre como imagen y semejanza de Dios. Ni más ni menos: omnipresente, omnipotente, omnisciente y creador de todas las cosas. Hasta que llegó Darwin. Junto con ella, la tradición grecorromana consideraba a la Tierra como centro del Universo, alrededor de la cual giraban los demás cuerpos celestes. Acabamos descubriendo que no lo era. Pero al menos nuestro Sol era único. Hasta que miramos las estrellas con un espectroscopio: resultó ser uno de tantísimos otros. Ni siquiera estaba en el centro de la galaxia. Ni siquiera nuestra galaxia era el centro de las demás. Nada.
Con su orgullo herido de muerte, el hombre se sigue defendiendo de su insignificancia mediante el último dictado divino que aún no se ha puesto en entredicho: “Llenad la tierra; sojuzgadla y tened dominio sobre los peces del mar, las aves del cielo y todos los animales que se desplazan sobre la tierra”.
Eso hacemos.

Paquí y pallí

Han sido dos semanas de paquí y pallí, de chupar carretera, asiento, tracataca y volante. De embobarme con el subeybaja del cable que incansable corre junto al tren, de ver infumables películas autobuseras, de formular la cuadratura del culo, de componer elegías sónicas a la energía eólica y de escuchar mucha música con mi moderno sistema de emepetrés.

Así: en Huesca enseñé la chorra, en Biarritz anduve descalzo, en San Sebastián escuché un poco de funk-jazz, por Zaragoza apenas pasé, en Barcelona ví a Brooke, en Acebes del Páramo (León) visité a mi abuela
y en Pamplona... amé.